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25 agosto 2007

Una Sirena Fea


Era una vez una sirena muy fea. Las otras sirenas se burlaban de ella porque eran muy bonitas. Vivía en un lugar hermoso, allá muy lejos en el océano, donde los cangrejos te muerden un pie.

La sirena fea se llamaba Estrella.

Una de las sirenas más bonitas era Coral, una sirena presumida que había sido elegida para competir con otras. Ella ganó ese concurso: duraría dos años de Señorita Océano Pacífico. Coral era también muy mentirosa.
Un día, Estrella se encontró con un pez dorado. La sirena estaba llorando y el pez al verla le dijo:

-¡Hola! ¿Cómo estás? tú eres muy bonita.

-No, yo soy fea- dijo triste la sirenita.

-Pero eres buena y eso es lo bonito; además, el exterior no basta; lo bueno es el interior; es como un regalo, como un tesoro. No importa que seas feíta (sin ofender); escucha mi consejo y serás feliz.

La sirenita se quedó pensando y le dijo a su subconsciente: "Estrella: eres muy buena y muy bella por dentro y eso es lo más bonito." Se arregló muy bien y se fue a la feria nadando tan rápido como podía. Al parecer llegó tarde, solo quedaban algunos juegos; ella se subió al "pulpo loco" y luego se fue a su casa. Cuando iba hacia allá, oyó decir a los caracoles que se elegiría otra Señorita Océano Pacífico. Entonces se dijo:

-Estrella, es tu oportunidad. Solo porque tu cola es café y tu nariz es grande te crees fea. Tú eres bonita, entra al concurso, pero primero pídele consejo al pez dorado.

Llegó a la casa del pez dorado y descubrió a un pescadito de colores llorando con una aletita encima de él. Ella preguntó:

-¿Está muerto?

-No, está muy enfermo- contestó el pececito de colores -y no sé qué hacer.

-Yo lo ayudaré- dijo la sirenita -El es mi amigo ¿Qué enfermedad tiene?

-Comió unas cuantas algas de las moradas y luego empezó a vomitar.

-Lo llevaré con el doctor- dijo la sirenita muy preocupada.

Después de nadar un buen rato llegaron al consultorio pero el doctor no estaba. La sirenita nadó y nadó con él cargando hasta llegar con el curandero.

-Está muy malo- le dijo el curandero -Creo que lo vas a dejar; o te esperarás si quieres.

-Sí claro, me esperaré- le contestó.

Se quedó unos días y noches completas esperando que mejorara y un día el pez dorado despertó.

-Sabía que no iba a fallar- dijo el curandero. Se fueron juntos el pescado dorado y la sirenita.

-Estrellita- dijo el pez- estoy muy agradecido contigo y te voy a decir un secreto para que
seas más feliz.

-Yo también quiero pedirte un consejo pero va a ser después, ahorita tú no hables, te cansas.

-Sí, tengo que hablar: en el fondo del mar hay una caverna donde habita la bruja del mar. Como eres muy buena, ella te puede cambiar tu nariz que es muy grande y tu cola color café para que tú seas bella también por fuera.

-¿Me podrías llevar a la caverna?

-No, no puedo. Por aquellas rocas negras das la vuelta; nadas hacia abajo; tienes que pasar por los barcos hundidos. Son tres, los pasas y a la derecha, más abajo encontrarás una caverna. Ahí es.

Se fue por donde le dijo su amigo y llegó a la entrada de la caverna.

-¿A qué vienes?- preguntó una voz muy ronca.

-Quiero ser muy hermosa, con mi cola plateada como los peces y una nariz perfecta.

-Sí ¡claro! pero a cambio de ese amuleto blanco que traes en el pecho- dijo la bruja con los
ojillos brillosos.

-No. Es un regalo de mi padre. Le traje treinta perlas preciosas que encontré ¿las quiere?

-Está bien- contestó la bruja. Hizo luego unos movimientos como los magos y la sirenita salió sin
verse.

Cuando llegó a la colonia de las sirenas todos se le quedaban mirando y se decían cosas en la oreja. Ella se miró en el espejo: era muy hermosa.
Se anotó en el concurso y ganó; se hizo famosa pero nunca se burló de alguien feo, porque ella sabía lo que se sentía.
Se casó y fue feliz.

Oyuky Janetzin Lara Bañuelos





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